LEÍDA-09-12-2019 |
TODO LO PEOR
<Todo lo peor es lo mejor cuando a uno deja de importarle de
qué lado está >
Que mente más fría y calculadora tienes, Cesar.
Resumen
Una novela fría como el acero, despiadada como el cruel asesino
que la habita.
Varios cadáveres de
homosexuales aparecen brutalmente asesinados en el Berlín Este de finales de la
Guerra Fría. Las autoridades no le prestan la atención que merece hasta que un
alto cargo de la Stasi que maneja información muy sensible para el Estado
aparece muerto en las mismas circunstancias.
Por su experiencia
en el comportamiento de la mente criminal, encargan la investigación a Viktor
Lavrov, que, junto al inspector apartado de la Kriminalpolizei, Otto Bauer,
buscará la manera de sumergirse en un mundo prohibido tras los pasos de un
despiadado asesino mesiánico.
César Pérez Gellida
regresa para descolocarnos con un trepidante thriller negro magistralmente
ambientado en una época no tan lejana pero sí muy distante en el ámbito de los
derechos y las libertades. Otra nueva joya del que es para muchos el mejor
escritor patrio de novela negra.
«Había invertido algo
menos de media hora en conseguir que se le llenaran de sangre los cuerpos
cavernosos y ocho segundos en dejarlo inconsciente. Antes, eso sí, se había
asegurado de salir por separado de aquel antro y de que nadie se cruzara con él
entrando en su portal, lo cual, en los tiempos que corrían en la República
Democrática Alemana -donde expresar con libertad la condición sexual de cada
uno seguía siendo una quimera para los colectivos de gais y lesbianas-, más que
una actitud comprensible era un comportamiento recomendable. Una vez dentro,
habían ido directos al grano sin pasar por los incómodos y repugnantes
preliminares, circunstancia que le agradecía de veras, aunque, a la vista de
los hechos que acontecieron inmediatamente después, no podría decirse que lo
hubiera tenido en consideración. Repitiendo la fórmula de las ocasiones
precedentes, había
tomado la
iniciativa de manera inesperada, colocándose a su espalda con la excusa de
desvestirlo. Sacando el máximo partido a esa ventajosa posición, le había
rodeado el cuello con el antebrazo y aplicado presión a las arterias carótidas
para obstruir el flujo sanguíneo que irriga el cerebro. Como esperaba, no tardó
en perder la conciencia».
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