LEÍDA-21-04-2016 |
LA MELODÍA DEL TIEMPO
JOSE LUIS PERALES
RESUMEN DEL LIBRO
La
primera novela de José Luis Perales narra la historia de un pueblo castellano a
lo largo de tres generaciones. Un homenaje a la vida del campo a través de una
novela coral sobre el amor, las raíces y las relaciones entre padres e hijos.
El Castro es un pueblo tradicional de Castilla que, durante mucho tiempo, se ha
resistido a caer en el olvido. Los habitantes han soñado, vivido y amado por
sus calles de tierra, a la sombre de los olmos centenarios, frente a la vieja
iglesia de San Nicolás o en el mirador alto que da al río. Pero, aunque los
años pasan y los más antiguos del lugar ven cómo sus descendientes abandonan
las casas que les vieron nacer, siempre hay alguien que regresa para hacer
frente a la nostalgia y recordar cada una de sus historias. Como el primer amor
de Evaristo Salinas, el relojero sordomudo; o el largo viaje de Victorino
Cabañas en globo aerostático; o la pasión de Claudio Pedraza truncada por el
estallido de la guerra; o la belleza legendaria de la gitana Cíngara y su local
excavado en una cueva...Historias que son también el relato del siglo XX en
España con El Castro como testigo y protagonista principal de un libro que
llegará al corazón de los lectores Llegaron al mirador. Tomaron asiento
en un banco de piedra bajo el olmo centenario que desde el principio del
mundo estaba plantado allí. -Al menos -dijo Juan Luna- eso es lo que los viejos
nos contaban a los chicos cuando éramos niños. -En verdad -contestó José
Pedraza-, nunca se entendería el mirador sin este olmo. Testigo de mil
historias contadas o vividas bajo su sombra en verano, o como paraguas
protector de la lluvia en los días oscuros y fríos del invierno. Cuántas
escenas de amor habrá contemplado. Cuántos besos. Cuántos abrazos de
adolescentes antes de que se encendieran las luces de las calles al
anochecer, hora de llevar a las chicas a casa. -Y cuántas despedidas -apostilló
Juan Luna-. Aunque el más hermoso del pueblo era el olmo de la plaza.
Allí se situaban discretamente las madres, el día de la fiesta, para observar
con quién y cómo bailaban sus hijas. -O el olmo de la plaza de la iglesia -dijo
José Pedraza-. Donde, a su sombra, las mujeres tejían la lana, cosían o
remendaban los pantalones, y daban la vuelta a los cuellos de las camisas
de sus hijos para devolverles el aspecto de nuevas, o hacían encaje de
bolillos a tal velocidad que no se les veían las manos, y zurcían sus
medias con un huevo de madera, ¿recuerdas? Una obra llena de sensibilidad,
escrita con talento, emoción y ternura.
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